Los bebés y niños "leen" a los adultos, "leen" el movimiento y las palabras que anuncian la comida, van recogiendo indicios: olores, sensaciones, sonidos, silencios, presencias o ausencias. Los adultos que los cuidan también los "leen". Es decir, interpretan sus necesidades.
Si los bebés son lectores de la vida desde que nacen, ¿cómo no van a poder leer un libro? Además les encanta que se los leamos: les gusta el sonido de la voz, la disposición a pasar un rato con ellos, poder tocarlos, hojearlos, chuparlos. Leen con la boca, los ojos, las manos, con todo el cuerpo. Los ponen al derecho al revés, explorándolos hasta descubrir su uso social.
El CEAT implementa un proyecto de préstamos semanales de libros de cuentos, con el propósito de leer desde la cuna, propiciar un encuentro diferente madre-hijo y acompañar el "contagio" por la lectura.